“… mis
padres me enseñaron algo distinto… Me enseñaron que el mundo sólo tiene sentido
si lo fuerzas a ello”
Bruce Wayne – Batman
“La gente
odia lo que no entiende (…) sé lo que ellos necesiten que seas, Clark. O no
seas nada. No le debes nada a este mundo. Jamás se lo has debido”
Martha Kent
"La
vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos
sido, sino de lo que anhelamos ser"
José Ortega y Gasset
Hablar del
siglo XXI en términos de producciones cinematográficas supone, de suyo, referirse
a las grandes realizaciones basadas en los cómics o historietas de personajes
clásicos y no tan clásicos, que han acompañado y dejado huella por generaciones
en infinidad de experiencias vitales desde la llamada cultura pop o popular, y que
aún hoy congregan a multitud de espectadores cada año para contagiarlos con su
carisma, impregnarlos de sus pasiones, introducirlos en sus aventuras o
enfrentarlos a sus temores según el viaje introspectivo que emprenda cada uno.
En este
sentido, conviene introducirnos en el tema a partir de la formulación de dos
interrogantes, ¿qué relevancia tendría para cualquiera el abordar a personajes
ficticios, grandilocuentes y habilidosos desde una perspectiva trascendente del
mero entretenimiento, goce o empatía de sus historias sobre heroísmo o
perversidad según sea el caso? ¿Acaso existe –o debería existir- algún
propósito más allá para estos caracteres concebidos por la imaginación de un
puñado de reconocidos escritores, artistas e incluso profesionales en otras
áreas del conocimiento que con lucidez, arrojo –las mismas que muchas veces le
confieren a sus creaciones- y basándose en experiencias propias o entendimiento
del mundo y sus complejidades, nos ofrecen para abstraernos por un momento de
la cotidianidad de nuestras vidas?
Responder a
estas inquietudes no es tarea de las líneas que a continuación se esbozan, sin
embargo, podrían generar la necesaria revisión respecto de las nociones propias
que tenemos alrededor de tales historias sobre héroes y villanos, de “buenos” y
“malos”, de razones y emociones, en tanto sirven a su vez de enlace para
aventurarnos a presentar un modesto intento de dar respuesta a estas cuestiones
que podrían ser mucho más significativas de lo que pensamos.
Y qué mejor
oportunidad para iniciar este espacio de lectura, reflexión y crítica
distendida que hacerlo comentando algunos de los elementos que, a juicio de
quien escribe, conforman parte de las líneas temáticas centrales de la última
producción de los estudios Warner y DC Cómics Batman v Superman Dawn of Justice, una superproducción por demás
controversial desde la mirada de diversos especialistas y críticos de cine, que
ha desatado pasiones a favor y congregado a multiplicidad de detractores en
contra que la asumen como un compendio de irregularidades y secuencias
superpuestas sin coherencia argumentativa. No obstante, como sostuvo el
filósofo español José Ortega y Gasset, en especial en asuntos como el aquí
tratado, “hay tantas realidades como puntos de vista, y es éste el que crea el
panorama”, por lo que algunas de las imperfecciones de esta película podrían
tener más sentido de lo esperado. También en relación a ello, cabe acotar que,
tal y como sucede en el ámbito político con ciertas consultoras y/o
encuestadoras que evalúan presuntamente la opinión pública en diversos temas de
interés ciudadano, es menester que toda persona haga ejercicio de su propia
facultad cognitiva para examinar los fenómenos del mundo, a través de sus
juicios, críticas e indagaciones, pues muchas veces las simples descripciones
en torno a un evento, sea ésta una película o un sistema político, pueden
terminar sugestionando a las personas de un modo tal que el hecho sea visto por
medio de los ojos de un conjunto de “expertos” que entienden mucho menos de
nuestras vidas de lo que solemos creer.
En este
orden de ideas, lo que se persigue acá no es realizar un excelso análisis
técnico del film, ni mucho menos desglosar de forma secuenciada y detallada
cada una de las escenas del desarrollo de Batman
v Superman Dawn of Justice –vale la pena señalar además que, al momento de
escribir estas líneas, no había salido al mercado la versión extendida de esta
producción, por lo que podrían incluso quedar segmentos susceptibles de
discusión para futuros análisis-. Más bien de lo que se trata es de presentar,
en atención a las interrogantes previamente mencionadas, una segunda opinión o
punto de vista –no secuencial- que se sumerja en las profundidades de algunos
de los planteamientos que esta película propone al espectador. Decimos segunda
opinión pues, en la experiencia propia de quien escribe, existe una conexión
original y un irrestricto sentido de pertenencia con varias de las historias y
personajes ofrecidos por los cómics desde sus albores, en especial con los dos
colosos más grandes de todos los tiempos, Batman y Superman, por lo cual
resultaría poco creíble afirmar que el primer veredicto no culminó en una
prominente exaltación de emociones fundamentadas en la gratitud y la promesa.
Hecha esta
aclaratoria, podemos adentrarnos en un análisis algo más riguroso que permita
visualizar si esta apuesta del realizador Zack Snyder nos deja más que pomposos
efectos especiales y algunas estridentes actuaciones. En primer lugar, resulta
obligatorio arrancar por esta nueva, interesante y necesaria versión del último
hijo de kriptón, representación con la que entramos en contacto durante los
sucesos de la película monográfica que lleva por nombre Man of Steel, a cargo del actor británico Henry Cavill.
No son pocas
las críticas que ha recibido la progresión de este personaje en la nueva
entrega, entre las cuáles podrían subrayarse: ¿Por qué parece plantearse
siempre como un personaje unidimensional y practicante del buenismo a ultranza?
¿Cuáles serían sus razones para permanecer al margen de la discusión pública
sobre su existencia y mostrarse desinteresado de ocupar un rol más activo en
cuanto a la justificación de sus acciones? ¿Por qué parece la víctima resignada
a lo largo de la película? ¿Por qué no escuchó la bomba en el senado? ¿Por qué
rescató a Lois Lane al caer del techo y no a su madre, Martha Kent, durante su
secuestro? ¿se trata acaso de que una persona resulta más importante que la
otra? ¿Se debe pensar entonces que es mutuamente excluyente el vínculo afectivo
o se establece algún tipo de jerarquización desde la perspectiva de Superman, que parece centralizar su atención en
una por sobre la otra? Y, quizá más crucial que todas las anteriores, ¿Cómo
puede pasarle esto a un ser esencialmente divino, inmaculado y perfecto?
Éste es un
asunto medular de la trama, pues según como respondamos a tales cuestionamientos
sin dejar de mirar la vasta complejidad humana, nos será posible acercarnos o
no a algunas posibles respuestas. Una de ellas, que quizá respondería al enigma
de por qué duda, por qué parecen aflorar más que nunca sus limitaciones, por
qué es reservado y se encuentra atrapado en sus miedos, por qué no había salido
públicamente hasta su aparición en el Congreso… nos lleva sugerir que, a la luz
de los acontecimientos, Superman no
es Superman. Es sólo un granjero de
Kansas como él mismo lo afirma, hijo de una pareja de tan ilustres como
inusuales representantes de la especie humana cuyos valores morales se
encuentran probablemente en la cúspide de lo que significa ser humano
filosóficamente hablando. El hombre de acero concebido por Snyder es sólo un
humano atrapado en un cuerpo extraterrestre. Es biología kriptoniana y cultura
homo sapiens, “mortal”, falible y finito.
Todo esto
debe enlazarse con lo propuesto en Man of
Steel, película que sirve de génesis para Batman v Superman Dawn of Justice y le da continuidad. En ella, Clark
Kent es en realidad un simple humano al que de pronto le fueron concedidos
poderes. Él no pertenece a Kriptón en términos de identidad cultural y conducta
–cualidad constitutiva de la naturaleza de Superman por la propia experiencia de
sus creadores Jerry Siegel y Joe Schuster, es decir, la del inmigrante
extranjero-, razón por la cual le resultaban extrañas las formas del general
Zod y los demás kandorianos en la recordada precuela. No existe en el hijo
adoptivo de Martha y Jonathan ese clamor nacionalista o arraigo desmedido
ostensible en el mencionado líder militar, el mismo que no tendría
necesariamente un joven cuyos padres sean croatas y él naciera o migrara desde
muy joven a Argentina, EEUU o Nueva Zelanda. Según las prácticas familiares, quizá
sólo tendría una suerte de empatía y valoración hacia aquel lugar de donde descienden
sus progenitores, un reconocimiento implícito hacia sus orígenes por historias
y anécdotas que escuche y conserve en su memoria. Pero ahora sería su nuevo
país o, en este caso, su nuevo mundo, el que reescribe sus actos como un ser
con propósito, edificando su identidad sobre valores, principios, tradiciones,
creencias e ideas de su vigente entorno.
Recordemos
que desde Man of Steel, el púber
Clark renegó de sus poderes en primer lugar por temor a ser visto diferente y,
en consecuencia, rechazado por la sociedad. En segundo, por el convencimiento
de sus padres –en especial de un formidable Jonathan Kent interpretado por
Kevin Costner- de que debía mantenerse oculto y esperar el momento adecuado
para presentarse ante la humanidad, pues ambos sabían las difíciles
implicaciones que esta decisión acarrearía. En una de las más conmovedoras
escenas de aquel film, el joven le dice a su padre que sólo quería ser su hijo,
no un puente entre dos mundos ni un símbolo universal, mucho menos la
representación mítica de deidades en la Tierra. Estos cuestionamientos
alimentaron siempre las dudas y conflictos internos del kanseño –gentilicio de
un habitante de Kansas- pues lo enfrentaron en todo momento a su “destino”, a
ese Superman mitológico narrado por su padre biológico Jor-El cuando se
encontraron en la nave kriptoniana y vistió por primera vez su clásico atuendo
azul y rojo; por lo cual, visto así, estamos en presencia de una historia que
propone el choque entre lo que eres y lo que debes ser. Si se parte de estas
consideraciones, la aproximación al personaje puede entenderse desde un enfoque
distinto a lo usual: por estos motivos participó directamente en la destrucción
de Metrópolis para detener a Zod, actuando como una persona con poder ilimitado
que enfrentaba una amenaza contra sus seres queridos. No combatió por la
humanidad (Superman), sino que luchó por Lois, por su madre Martha y por el
recuerdo intacto de su padre sobre el hombre que debía ser (Clark). Por ello,
al menos en buena parte del desarrollo de esta segunda entrega, estamos en
presencia de Clark y no de Superman.
De esta
manera, se introduce al héroe en esta nueva trama planteada en Batman v Superman Dawn of Justice, sin
duda más compleja que su predecesora, confrontándolo desde su prefacio a un
público efervescente que emite juicios de valor, tanto a favor como en contra,
sobre la figura alienígena. Expone su controvertida imagen a la ley del hombre,
y con ello al poder del Estado norteamericano representado en políticos,
burócratas, empresarios mercantilistas, medios de comunicación en franca
decadencia –según Perry White, distinguido editor del diario el Planeta, la
conciencia americana ha muerto-, analistas cuyo espectro de opinión se mueve de
un lugar a otro y, por supuesto, a las masas rabiosas de idolatría, desconfianza,
melancolía, odio, respeto, miedo, agradecimiento y envidia. Pero
paradójicamente, desde la perspectiva individual, no es el mismísimo Superman –diría
Carl Jung, el arquetipo del salvador- quien confronta esto, sino su humanidad,
la del buen Clark repleto aún de dudas y añoranzas. Si se asume de entrada que
este Superman es ya Superman, el argumento –al margen de algunas visibles
inconsistencias del guion- nos parecerá un absurdo inapelable, en cambio si se
toma al personaje como lo que nos presentan, un simple humano en cuyos hombros
recae una enorme responsabilidad por delante que quizá aún no comprende del
todo, se logrará un mejor acercamiento que no traiciona ni al espectador ni al
superhéroe propuesto en la primera entrega.
La
diferencia trascendental que debe marcarse en relación a las versiones
anteriores de Superman –sobre todo la interpretada por el inolvidable
Cristopher Reeve- construidas en un mundo no con pocos problemas políticos,
económicos, sociales y religiosos pero sin duda mucho menos complejo y nebuloso
del que vivimos hoy, supone la no imperiosa necesidad de inspirar la
“perfección” que aquel personaje transmitía, y cuyos pilares eran “la verdad,
la justicia y el estilo de vida estadounidense”. Así, los tiempos de luces y
sombras que caracterizan al siglo XXI requieren no sólo de una caracterización
más realista del superhéroe de azul y rojo en cuanto a amplitud de escala de
valores se trata en comparación a su versión más conservadora, sino que le
exige una impostergable globalización que permita renovar su valía como ícono
de lo que el intelectual búlgaro Tzevetan Todorov llama “el problema del otro”,
del extranjero que encuentra una oportunidad, un lugar que puede llamar hogar
–lo cual constituye en gran medida la esencia de los EEUU- a pesar de las
diferencias que lo separan de los que le rodean, pues ha adoptado y comprendido
una idea: ya no es solamente la bandera estadounidense que siempre lo definirá
como el hijo prodigio de Kansas, es el embajador en defensa de la libertad, la
justicia y la paz en un mundo sin fronteras llamado a compartir y preservar la
dignidad de la vida humana lejos del racismo, el fanatismo y otras
construcciones virulentas y endémicas que aquejan a las sociedades de hoy. En
resumidas cuentas, ya no esperamos la “perfección” del hombre y el mito, sólo
esperamos que actúe éticamente según sus propios juicios, sentimientos y las
enseñanzas de sus padres, que sea el Superman que este tiempo necesita, que
similar a la cualidad de la ley, es imperfecta porque nosotros la creamos.
Superman fue criado por humanos, por eso es imperfecto y siempre lo será. En
eso parece basarse la actual proposición de este superhéroe, en su falibilidad.
¿Acaso por eso se plantea la tesis del “renacimiento” tan pronto luego de su
deceso tras la batalla con Doomsday? Sin duda la necesidad de superar la muerte
bajo una orientación basada en el cristianismo que lo acerque a su mejor
versión, a lo posible, parece estar en el ambiente de las futuras entregas.
Esto desde
luego, en el caso de Superman, nos lleva a una dimensión del análisis
íntimamente asociado con la esfera religiosa a través de una invocación a la
fe. Y no exclusivamente para aquellos que deciden libremente asirse a una
creencia en específico y practicarla según sus motivaciones y juicios, sino
para el espectador común que puede considerar la existencia de una instancia
que exceda nuestra capacidad de explicación de ciertos fenómenos y con ello
simplemente abrir la puerta a la siempre deseable duda. En lo relativo a la fe
católica, podría establecerse una analogía entre el hombre de acero y Jesús de
Nazareth. Es todopoderoso porque superó el fin de la existencia misma –la
muerte- perdurando, y es bondadoso porque a pesar de que dedicamos nuestras
vidas a deshonrar sus enseñanzas, sigue creyendo que podemos ser mejores. Que
podemos acercarnos. Y esto, en gran medida, tiene sentido pues no se trata de
personificar un hombre nuevo o ideal, se trata de que descubrir en nuestra
naturaleza finita, imperfecta y falible el origen de nuestra potencialidad,
como lo ha demostrado, con sus indudables tropiezos, la historia de la
humanidad y sus grandes progresos.
A fin de
cuentas, Clark Kent debe superar los temores que cualquier humano común reviste
sobre sí mismo. Al hacerlo, se aproximará al mítico kriptoniano lo mejor que
pueda –nunca perfecto-, conciliando las virtudes de ambas civilizaciones (sobre
ello, vale la pena recordar que los kriptonianos nunca fueron perfectos, pues
depredaron los recursos de su planeta sin previsión a largo plazo, tiempo en el
cual se sugiere que se embarcaron en un sobre uso de la energía emitida en
núcleo de su planeta, acción que generó la inestabilidad que desemboca en la
destrucción del mismo). Podría ser moralizante interpretarlo así: el mismo
individuo como espejo de lo que es y lo que puede ser según sus elecciones.
En síntesis,
probablemente por esta, entre otras razones, surge la tesis de su muerte,
apelando a la concepción religiosa del personaje para revivirlo. Por eso mató a
Zod. Porque aún no es Superman, lo cual lo hace más creíble y comprensible para
nosotros. Superman es su propia aspiración y nuestra aspiración, no es un ideal
abstracto o inalcanzable como suele argumentarse. Es la promesa de lo posible,
no para descubrir y lograr la perfección de una vida invulnerable y prodigiosa,
sino para creer que podemos ser mejores respecto a nuestro propio potencial
individual y social en un lapso de vida plagado de incertidumbres y desafíos,
abrazando nuestra mortalidad como el sentido último de una existencia no regida
por idealismos, fantasías o redentores sino por propósitos, acciones y
decisiones.
Otro aspecto
muy cuestionado en Batman v Superman Dawn
of Justice, es el referido al nexo entre los nombres de las madres de los
personajes centrales. Si bien esta es una premisa que podría haber sido
expuesta de otro modo, o pensada en términos más amplios del gran público que
esperaba un clímax distinto para el desenlace de la disputa entre ambos héroes,
ciertamente tampoco puede comprenderse el grado de ridiculización al que fue
sometida esta apuesta de sus realizadores, pues si bien se podría estar
perfectamente en desacuerdo con el planteamiento, el punto es que se termina
banalizando no sólo la importancia de la familia –y en especial de las madres-
como uno de los epicentros para el progreso de la humanidad y el orden moral
extenso, sino que se relativiza la tragedia por la pérdida consumada de los
padres de Batman –interpretado por un lúcido Ben Affleck- y el riesgo en que se
hallaba para ese momento Martha Kent evidenciado en el rostro de sufrimiento de
Superman. Puede que la siguiente reflexión del filósofo y economista escocés
Adam Smith sirva para ilustrar algo de lo que podía estar pasando por la mente
de Bruce Wayne en ese pasaje:
“Por
más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos
de su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros, de tal
modo que la felicidad de éstos le es necesaria aunque de ello nada obtenga, a
no ser el placer de presenciarla. De esta naturaleza es la lástima o compasión,
emoción que experimentamos ante la miseria ajena, ya sea cuando la vemos o
cuando se nos obliga a imaginarla de modo particularmente vívido. El que con
frecuencia el dolor ajeno nos haga padecer, es un hecho demasiado obvio que no
requiere comprobación; porque este sentimiento, al igual que todas las demás
pasiones de la naturaleza humana, en modo alguno se limita a los virtuosos y
humanos, aunque posiblemente sean éstos los que lo experimenten con la más
exquisita sensibilidad”.
Quizá más
allá de la mera “coincidencia” entre los nombres, lo que muchos extraviados no
logran dilucidar es que aun cuando es un hecho que ni Thomas ni Martha Wayne
regresarán, la posibilidad de salvar una vida equivalente de la muerte evitando
al mismo tiempo que alguien padezca tal dolor, constituía una oportunidad de
redención para la atormentada alma del caballero oscuro y un reencuentro con su
humanidad hasta entonces deformada, lo que se comprueba con la respuesta que
otorga a su leal mayordomo Alfred Pennyworth en un pasaje inicial en su
guarida:
Alfred:
“¿nuevas reglas?” (refiriéndose a la marca de sus enemigos)
Bruce Wayne: “Somos criminales Alfred; siempre lo hemos sido”
Alfred: “Así
empieza. La fiebre, la ira… el sentimiento de impotencia que vuelve a los
hombres buenos, crueles.
Atrás había
quedado el deseo de inspirar a otros para hacer justicia, aun moviéndose desde
los límites de las reglas y las instituciones. En este momento, estaba
entregado casi por completo a la doctrina de la Liga de las Sombras presente en los cómics y generosamente repasada
en la trilogía de Christopher Nolan sobre el caballero de la noche, por lo que,
retomando el planteamiento inicial, se pone de manifiesto un punto de inflexión
del personaje.
Esa simpatía
necesaria, en este caso por saber lo que significa la pérdida de un ser querido
y con ello el descenso al abismo del sufrimiento, recuperó súbitamente a un áspero
y sombrío Batman.
Bajo esta
consideración, se podría afirmar en cierto modo que la disputa con Superman
resultó crucial para salvar la propia vida de Bruce Wayne, evitando que diera
el último salto al vacío respecto de aquello relatado en la magistral Batman The Dark Knight de Nolan, cuando
un maltrecho murciélago señala al comisionado Gordon “Puedes morir como un héroe o vivir lo suficiente para convertirte en
un villano”. El alienígena le demostró que aún luego de perder a varios de
sus seres queridos –incluida la muerte de Robin a manos presuntamente de su
némesis, el Joker- había no sólo personas, sino principios por los cuales valía
la pena levantarse. Excepciones virtuosas que aún sostienen que la defensa y
preservación del orden civilizado frente al Poder ilimitado, el crimen y el
terrorismo tiene sentido.
Otro aspecto
llamativo –y altamente polémico- de la cinta es el que concierne al sueño de
Bruce Wayne, donde quizá se evidencia una preocupación innecesaria por
introducir al espectador en posibles eventos futuros de Justice League, e incluso algo excluyentes para no iniciados en los
cómics –Zack Snyder sostuvo que esta secuencia fue concebida bajo un estricto
apego de las historietas, mezclando elementos de la rica literatura de DC-.
Empero, esta visión de un Superman totalitario, y presuntamente aliado de acaso
el villano más temible del universo DC, Darkside, queda probablemente cancelado
con la muerte de aquél al final de la entrega. Esto debido a que, según el
mensaje de Barry Allen –Flash-, Lois Lane debía morir previamente para que el
superhéroe de Metrópolis experimentara una transformación que resultaría en su
propio fin filosóficamente hablando, consumido por la pérdida, resignando su
condición humana en el proceso y convirtiéndose en una encarnación viciada de
todo aquello que despreció anteriormente. De esta forma, la teoría según la
cual el destino ya ha sido concebido y escrito para todos, sin importar qué
hagamos o dejemos de hacer, queda derrotada ante la teoría de la acción humana
y la libertad de elegir. Si bien esto es moverse en el terreno de la
especulación y la hipótesis, una lectura sería que Superman, al salvar a Lois
de ahogarse, cambió el “destino” con su elección, en tanto se encargaría de rebatir
posteriormente el argumento de Batman que lo había acusado de no ser hombre
desde la perspectiva del valor, el riesgo y el sacrificio por su fortaleza e
inmunidad. Al final, el propio Bruce Wayne reconocería lo equivocado de su
juicio.
Un personaje
que jamás podría pasar desapercibido en una superproducción de este tipo es la
del antagonista, sobre todo si éste lleva por nombre Lex Luthor, a todas luces
uno de los villanos más fascinantes desde el plano psicológico y moral del
mundo DC y rival por antonomasia del último hijo de kriptón. En esta nueva
versión de Batman v Superman Dawn of
Justice, la pesada responsabilidad cae sobre los hombros del actor Jesse
Eisenberg, bastante criticado por su apuesta realizar una interpretación que
por momentos, y según distintas opiniones, recuerda más a la naturaleza
psicótica e impredecible del Joker, que al frío, sosegado y maquiavélico
multimillonario de Metrópolis como es usualmente descrito en los cómics. Al
margen de dichos veredictos particulares de cada cual, no hay duda de que
Luthor ofrece algunos de los diálogos más atractivos e intensos de la película.
De acuerdo a lo narrado por éste en la escena con los senadores, su padre nace
en Alemania del Este, por lo cual debe haber vivido en carne propia los
estragos del despreciable socialismo soviético:
Lex Luthor: “mi padre cada sábado debía marchar en un desfile y agitar flores para
los tiranos”
Tales
vivencias de su padre parecen de algún modo haber dejado cicatrices profundas
en la psique del joven Luthor, que contrario a generar un repudio frente a la
concentración de Poder para disponer sobre las vidas de otros, pareciera
rechazar sólo su acumulación en manos ajenas, conducta que a criterio del
filósofo político Bertrand de Jouvenel se denomina “la negación del poder”,
pensando que su único problema es el estar supeditado a la persona equivocada,
error por cierto que se comete en las sociedades democráticas continuamente al
debatir sobre nuestra concepción del Estado. Puede que justamente sea esta
internalización sobre el Poder, por una mera psicosis o basado en una creencia
real, la que impulsa al magnate a plantear el siguiente argumento a Superman
durante su encuentro en la terraza de Lexcorp:
Lex Luthor: “ningún Dios todopoderoso es
completa bondad. Si es todopoderoso, no puede ser bondadoso, y si es bondadoso,
no puede ser todopoderoso”
El relación
a este planteamiento, y a modo de complemento de lo expresado anteriormente, el
libro de Lucas (Mc 1,2,3; Mt 4,24; 8,14) del Nuevo Testamento contiene un
interesante relato que dice así:
Jesús bajó a
Cafarnaún, ciudad de Galilea. Ahí estuvo enseñando los días sábado y todos se
admiraban de su modo de enseñar, porque hablaba con autoridad.
En la sinagoga, había un hombre endemoniado
que se puso a gritar: ¿Qué quieres, Jesús Nazareno? ¿Has venido a derrocarnos?
Yo sé quién eres, el santo de Dios. Pero Jesús amenazó al demonio y le ordenó:
“cállate y sal de este hombre”. El demonio salió del hombre, lanzándolo al
suelo, pero sin hacerle ningún daño.
Y todos
comentaban, muy impresionados ¡Qué modo de hablar! ¿Con qué poder manda a los
demonios y los hacer salir? Y su fama se propagaba por todas partes en la
región.
Jesús salió
de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha
fiebre, y le rogaron por ella. Jesús se inclinó gentilmente ante ella y con
tono dominante mandó a la fiebre, y ésta desapareció. Al instante se levantó y
se puso a atenderlos.
Al ponerse
el sol, todos los que tenían enfermos de diversos males se los traían; él les
imponía las manos a cada uno y los sanaba. También hizo salir demonios de
varias personas. Esos gritaban: ¡Tú eres el hijo de Dios! Pero él, en tono
amenazador, les impedía hablar, porque sabían que él era el Cristo.
Cuando
amaneció, salió Jesús y se fue a un lugar solitario. La gente se puso a
buscarlo y llegaron hasta el lugar donde estaba. Le insistían para que no se
fuera de su pueblo. Pero él les dijo: “Debo anunciar también a las otras
ciudades la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso fui enviado”.
E iba
predicando en las sinagogas de Judea.
En realidad, la cuestión sobre las
capacidades, la inteligencia, el talento, y los “poderes” en relación a lo que
Luthor llama bondad lo definen los actos individuales y el propósito que sobre
ellos se tenga. Grandes intelectuales, estrategas y líderes en los diferentes
ámbitos de la historia de la humanidad han empleado sus habilidades para la
dominación por la fuerza de otros y la preservación de sus privilegios o
proyectos ideológicos mediante el uso del Poder -cuya encarnación principal es
el Estado- restringiendo al máximo la libertad de muchos hasta anularla; pero
también existen aquellos que decidieron pensar y actuar en contra de la
opresión y la tiranía, colocando sus ideas al servicio de sí mismos, de sus
semejantes y del proyecto civilizatorio.
Así, parece
quedar más claro que Lex Luthor desarrolló una suerte de necesidad neurótica-compulsiva
por ejercer el Poder o permanecer cerca de éste, quizá pensando en no ser
víctima de otros como sucedió con su progenitor (pensemos acá en la
animadversión que siente contra los llamados metahumanos, lo cual emplea como
excusa para el diseño de armas de destrucción masiva). Estos rasgos conforman
los orígenes del resentimiento de Luthor hacia el Poder, pero sólo cuando es
desplegado por otros. Por eso no puede concebir que exista Superman, ya que
esto supondría no sólo el resquebrajamiento de su visión del mundo –poder y
bondad en un mismo recipiente-, sino que amenazaría su pretensión de gobernar a
otros de forma despótica y autoritaria, escenario también explorado en los
cómics.
¿Sería muy
aventurada esta aseveración respecto de sus intenciones? miremos la escena de
Lex introduciendo el caramelo en la boca del senador: esta es la representación
gráfica por excelencia de la compra de favores, la corrupción, el
proteccionismo y el mercantilismo como privilegios otorgados por el Estado, que
en este caso se suman a la consignación del cuerpo del general Zod sin ningún
tipo de previsión ni responsabilidad del funcionario.
Pasando a
otro punto, un aspecto tangencial de la trama alude a la relativización hecha
por Clark Kent sobre la complejidad de los sucesos de África, probablemente la
actitud que esperaba Luthor. Cree, erróneamente, que no reviste mayor gravedad
para su situación e imagen. Esta noción puede estar en parte motivada a su idea
de mantenerse actuando de forma independiente en relación a los poderes del
Estado –al final de Man of Steel le
explica a un general estadounidense que no desea ser rastreado-; no obstante,
termina siendo contradictoria su postura pues no basta con entenderse y saberse
inocente sino actuar en consonancia con liderazgo y responsabilidad, lo cual
ratifica la teoría inicialmente planteada sobre su indeterminación que termina
abonando el plan incriminatorio de Luthor. Sobre el mismo aspecto, vale
mencionar que a pesar de ser un plan orquestado por el multimillonario de
Metrópolis, por lo general en el mundo real siempre suele culparse a Occidente
por los conflictos internos de África, expiando responsabilidades propias sobre
la civilización y aprovechándose por momentos del buenismo y la corrección
política de ella –igual que ocurre con Superman-, algo que, entre otros,
repasan desde distintas aristas el economista Thomas Sowell en su libro La Discriminación Positiva en el Mundo y
el historiador Niall Ferguson en su célebre Civilización.
En varios
fragmentos de Batman v Superman Dawn of
Justice se observa el eterno conflicto del superhéroe: un debate reiterado
entre su “deber” y su vida personal, entre lo extraordinario y lo ordinario. En
el caso del hombre de acero, esta incertidumbre se ve continuamente reflejada
en su relación con Lois, a la luz de los acontecimientos sobre su existencia:
Lois Lane: “No sé si es posible. Que me quieras y seas tú”
En el caso
de Bruce Wayne, en una etapa de vida distinta, esta dicotomía no resulta tan
clara, pues se presenta más bien como decidido a renunciar a cualquier atisbo
de vida “normal” para centrarse en ocultar su sufrimiento con la máscara,
recurriendo sólo a la identidad del empresario de Gotham cuando sea necesario:
Alfred: “Vaya
arriba y socialice. Una joven de Metrópolis lo volverá honesto… (En tus sueños,
Alfred)”
De entre la
diversidad de elementos para comentar y profundizar, el concerniente a la línea
editorial del Daily Planet destaca
por su ambigüedad y complacencia, rasgo desafortunadamente muy común en la
prensa mundial de hoy. La actitud contradictoria, hipócrita y deleznable del Diario
de Metrópolis, que prefiere centrarse en temas de farándula, deportes u otros
cuya priorización es cuestionable, no considera oportuno indagar los hechos
relativos al escándalo de África –salvo Lois Lane de forma independiente-, las
acciones del vigilante de Gotham y sus motivaciones –a excepción de Clark Kent-
o el incremento de la criminalidad y el narcotráfico:
Clark Kent: “Por qué no estamos cubriendo esto? ¿Los pobres no compran periódicos?
Perry White: “La gente ya no compra periódicos, Kent”
Clark Kent: “Perry, cuando asignas una historia, estás eligiendo qué es lo que
importa y qué vale la pena”
Perry White: “La conciencia americana murió con Robert, Martin y John”
En su libro La Civilización del Espectáculo, Mario
Vargas Llosa argumenta lo siguiente sobre la prensa libre y la sociedad en
general:
“Tampoco es
casual que la crítica haya poco menos que desaparecido en nuestros medios de
información y se haya refugiado en esos conventos de clausura que son las
facultades de humanidades y, en especial, los departamentos de filología, cuyos
estudios son sólo accesibles a los especialistas. Es verdad que los diarios y
revistas más serios publican todavía reseñas de libros, de exposiciones y
conciertos, pero ¿alguien lee a esos paladines jerárquicos que tratan de poner
cierto orden en la selva promiscua en que se ha convertido la oferta cultural
de nuestros días? Lo cierto es que la crítica, que en la época de nuestros
abuelos y bisabuelos desempeñaba un papel central en el mundo de la cultura
porque asesoraba a los ciudadanos en la difícil tarea de juzgar lo que oían,
veían y leían, hoy es una especie en extinción a la que nadie hace caso, salvo
cuando se convierte también ella en diversión y espectáculo”
Aunque la
intención de la cinta no sea la de alertar respecto a algunos de estos asuntos,
una mirada algo más exhaustiva de sus planteamientos provee la sustancia
necesaria para extrapolarlos a nuestro mundo. Si se establece un nexo entre la
anterior postura sostenida por el Daily Planet, y la respuesta que Bruce Wayne
le espeta a Clark Kent durante la escena del evento de Luthor, podemos rastrear
algunos de estos reclamos hacia los medios de comunicación modernos. Inclusive
es hasta divertido y lamentable a la vez concebir que en la sociedad civil de
Gotham exista más temor y repudio hacia las actividades de Batman, aún fuera de
la ley, que ante situaciones como las del mercenario que éste detiene en un
sótano al resguardo de lo que, presumiblemente, son un conjunto de esclavas
asiáticas –o al menos la mayoría que se logra apreciar parecen provenientes de
aquél continente-, poniendo de relieve otro asunto preocupante y no menor de
nuestro tiempo: el tráfico de humanos. Respecto a ello, el escritor y analista
político venezolano Moisés Naim, en su libro Ilícitos, destaca:
“El tráfico de humanos constituye la más
sórdida de las formas en que se desplaza la mano de obra en la nueva economía
global. Sus víctimas acaban trabajando en fábricas y plantaciones, en talleres
y granjas familiares o en el servicio doméstico en condiciones de explotación.
Una de las dimensiones más notorias es el comercio sexual. En la actualidad
existen numerosas rutas de esclavitud sexual: Myanmar, China y Camboya a
Tailandia; de Rusia a los Emiratos del Golfo; de Filipinas y Colombia a Japón,
etcétera (…) La trayectoria de esas mujeres resulta particularmente degradante.
Los encargados de reclutarlas, que llegan a cobrar hasta 500 USD por cada una,
lo hacen por lo general con falsas promesas de empleos como modelos,
secretarias o dependientes en un país rico. Después de cruzar las fronteras con
la complicidad de funcionarios corruptos, se las oculta en pisos francos (…)
donde se las “prepara” para la explotación sexual a base de drogas, palizas o
repetidas violaciones (…) El tráfico de mujeres para explotarlas sexualmente
también es común en Estados Unidos, aunque sólo recientemente ha empezado a
llamar la atención de la opinión pública y los medios (…) Unos meses después,
la policía cerraba una presunta red de prostitución de origen asiático
establecida en una tranquila población de
Vermont. Se las han arreglado muy bien para extenderse por las
periferias residenciales e incluso por las zonas rurales”
Estos datos
deberían hacer que nos cuestionemos e inquietemos sobre el mundo en el que
vivimos. Un mundo donde, ficción aparte, la policía persigue con fervor a un
vigilante enmascarado que ha librado a un grupo de mujeres de un destino
cruento, y nos obliga a preguntarnos si la brutalidad del caso radica en marcar
a un criminal o lo que éste, como parte de una superestructura viciada, impone
por la fuerza a otros.
De igual
manera, un reportero que intenta hacer su trabajo por medio de la investigación
y la crítica es censurado por su editor bajo el argumento, como ya hemos visto,
de que “ya no estamos en 1938”, por lo cual los intereses miran a otro lado
marcados por los tiempos políticos, la superficialidad y la imagen
propagandística.
Por
consiguiente, y a pesar de estar equivocados el uno respecto del otro, tanto
Batman como Superman deciden actuar siguiendo sus instintos, emociones e ideas
contra aquello que, a su juicio y según sus muy desiguales trayectorias, atenta
contra sus seres queridos y contribuye a hacer del planeta un lugar más oscuro
y descarriado. Y es sobre estos giros que se inserta un personaje
previsiblemente cardinal para el rescate no sólo de Gotham y Metrópolis de la
amenaza de Doomsday -criatura por cierto que puede encarnar perfectamente las
peores depravaciones de la humanidad-, sino del mundo del hombre con su
carácter y galanura: nos referimos a Wonder Woman, interpretada por la actriz
israelí Gal Gadot, dato este no menor si tomamos en cuenta la historia de ese
país en relación al mundo árabe.
Por último,
no podemos terminar estas líneas sobre Batman
v Superman Dawn of Justice sin hacer mención a la emblemática sesión en el
Congreso estadounidense, una vez es imputado el alienígena por su supuesta
responsabilidad en los eventos de Nairomi (África) y las elucubraciones de la
senadora June Finch sobre la democracia. Ciertamente, coincidimos en que es la
democracia la que permite la discusión amplia y la resolución de diferencias
políticas por medio de la palabra, la negociación y el consenso entre los
integrantes de una misma sociedad en detrimento de la lanza o el fusil, o lo
que es igual, las formas ¿antiguas? de dirimir nuestras diferencias respecto a
los sistemas de gobierno, sus funciones y límites para la prevalencia de la
libertad y dignidad humanas. No obstante, es imperativo recordar que la
libertad política es sólo un aspecto de la libertad no ya siquiera como valor
central, sino más allá, como pasión y disposición del espíritu para existir y
elegir según criterios propios bajo el estricto apego a la responsabilidad de
los actos, por lo que se trata en realidad es de garantizar la vida, la
libertad y la propiedad (derechos civiles, económicos) eso que los Padres
Fundadores de los EEUU -Thomas Jefferson, James Madison, Benjamin Franklin,
entre otros- explicaron como la búsqueda de la felicidad, un proceso de
descubrimiento subjetivo por el que toda persona debería transitar. Por ende,
son las instituciones de la República y el Estado de Derecho, más que la
democracia, las que permiten impartir justicia y salvaguardar los progresos del
orden moral civilizado y pacífico en las sociedades modernas. La sobreestimación
de la democracia como fin en sí mismo ha conllevado a distintas formas de
tiranía de la muchedumbre (oclocracia, cleptocracia, kakistocracia) y con ello
a la instauración de regímenes colectivistas supresores de la libertad
individual, peligro siempre presente en los tiempos que corren y de los que
muchos al presente somos víctimas.
Si algo ha
demostrado la literatura representada en los cómics y las historietas clásicas,
es que la enseñanza y comprensión de estas materias del quehacer ciudadano no
son exclusiva competencia de los intelectuales, políticos, empresarios,
docentes gremios y personas comunes. Probablemente no refiere siquiera a un
estricto tema de adultos. Muy por el contrario, puede que las historietas y sus
personajes estén imaginados justamente para iniciar a los más jóvenes en estas
disertaciones, no con el objeto de aspirar a la erudición o al despliegue de
conocimientos definitivos, sino para intentar ser mejores respecto de lo que
hagamos con nuestra propia vida y el poder que le conferimos a otros para
tutelarla. Y es en torno a esta orientación que Batman v Superman Dawn of Justice, además de cumplir con el sueño
de muchos de reunir en una película a estas leyendas del cómic, logra
simbolizar en sus personajes nuestra esencia misma de humanidad: la bondad y
crueldad inherentes a nuestra naturaleza.
¿Es el
amanecer o el ocaso de la humanidad? Contemplado todo lo anterior, nos toca a
nosotros decidirlo.
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